En mi mesa y en mi cocina, en mi mochila durante las clases en la facultad y en mis entrenamientos; siempre hay una botella, una jarra, un vaso lleno de agua. Me cubre el cuerpo entero cuando nado —que casi no sé—, cuando me baño por las mañanas o cuando me llueve encima. Brota de mis ojos cuando lloro y se resbala de mis poros cuando camino bajo el sol. Sale de las llaves en el lavatrastes y en el lavamanos; de la manguera de jardín y de las coladeras cuando llueve muy fuerte.
Corre bajo los puentes en su camino al mar, cae del cielo cuando la atmósfera se condensa; brota de la tierra en ciertos lugares donde nacen ríos. Compone más de la mitad de nuestros cuerpos y un pepino o una sandía (watermelon) son agua casi en su totalidad.
El agua puede ser transparente e impoluta como el aire limpio o negra y repelente como la sangre seca. Puede no oler a nada, oler a agua de rosas u oler a excremento.
El agua es responsable de iniciar la vida y de mantenerla. Y nosotros somos responsables del agua. Y en el llamado a cuidarla y darle el respeto que se merece, es que hemos creado esta sección para hablar de ella.
- A través del vaso.
 - La llave gotea.
 - Las gotas en la ventana.
 - Presagios de tormenta.
 - Un baño caliente.
 - Una ducha fría.
 

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