La lluvia puede sorprendernos en cualquier lugar y momento. Casi siempre nos encontramos con la brisa incipiente mientras caminamos por la calle o hacemos sobremesa en un restaurante o tratamos de no gastar tanto en un centro comercial; a veces nos sorprende la tormenta cuando estamos lejos de casa y dejamos la ropa recién lavada colgada, una ventana abierta o al perro afuera; y claro que a todos nos ha caído un diluvio encima mientras regresamos del trabajo. En temporada y fuera de ella, en realidad nunca deja de sorprendernos el agua elemental cuando cae del cielo y descubrimos que olvidamos el paraguas en el autobús.
Pero a veces también nos sorprende la lluvia en casa una tarde de día de descanso. Los signos de su inminencia son inconfundibles: la textura del aire cambia, también la luz que penetra entre las nubes; la temperatura desciende despacio, como amodorrada, a medida que la humedad que flota en el ambiente lo cubre todo, casi como si pudiera escabullirse entre las rendijas y debajo de las puertas. Entonces aparece el olor de la tierra húmeda y reblandecida, el «olor a lluvia» que desborda el olfato y exalta la imaginación, acaso por ser indefinible en términos concretos, porque todos sabemos lo que es aunque no podemos ponerlo en palabras.
Y la lluvia choca también con las ventanas de nuestras casas (y trabajos). Y entonces deja de ser lluvia, se convierte en gotas. Rompiendo su conexión con el todo, con la totalidad del torrente que se precipita, y de un golpe sordo se descubren convertidas en una gota minúscula sobre la ventana de nuestra recámara. Pequeñas y temblorosas, vibrantes, contra el cristal empañado, continúan su descenso, se deslizan como serpientes. Como escribió Ida Vitale:
[...] corren libres por vidrios y barandas,umbrales de su limbo,se siguen, se persiguen,quizá van, de soledad a bodas,a fundirse y amarse [...].
〈Y lo escribió mejor que yo, pero aún así me aventuro a decir una última cosa〉:
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IDA VITALE. (2002). «Gotas» en Reducción del infinito. 1.ª ed. Barcelona, España: Tusquets Editores.
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