〈La siguiente es una opinión personal en torno a la figura de San José, no a cuestiones teológicas ni doctrinales, ni pretende ofender a nadie〉.
A menudo pienso en San José de Nazaret, esposo de la Virgen María y padre [putativo] de Jesús. Y es que, según el relato bíblico, éste fue llamado por Dios a desempeñar la misión de cuidar al mesías y a su madre, y así hace: acompaña y apoya a la Virgen María, protege al niño Jesús cuando sus enemigos lo persiguen y se hizo cargo de su educación, se sabe que Jesús aprendió el oficio de carpintero. (Aquí un canto gregoriano en honor a este santo: «Te Joseph celebrent»).Ahora bien, según algunos evangelios apócrifos, San José, de entre varios posibles candidatos, recibió la señal divina de guardián de la Virgen María en la forma de una vara de almendra que floreció delante del altar del templo; de ahí, precisamente, que se lo represente en el arte con una vara (o bastón) florido.
Por lo demás, San José falleció en algún momento entre los doce y los treinta años de edad de Jesús, pacíficamente, acompañado de su familia y sabiéndose bendecido por Yahvé. Y es todo lo que sabemos sobre él.
En cierto sentido, San José se queda al margen de la historia, se convierte en un espectador en el fondo, se vuelve periférico; mientras asistimos al viaje de Jesús para enfrentar su destino y el dolor que atraviesa el corazón de su madre, de San José sólo sabemos que ya ha muerto; si bien su importancia al principio de la historia es innegable, se lo despacha apenas ha cumplido su función, en la Biblia es mencionado más bien poco y, más aún, su lugar en la doctrina es tangencial; se le considera Santo Patrono de la buena muerte, de la salida santa y pacífica de esta vida, un honor que comparte con los santos de la sanación y la salud y que opacan los mártires; se le atribuye la protección del hogar y de la familia, honor que comparte con San Ignacio de Loyola y San Miguel Arcángel, que lo superan en devoción. Incluso en el arte sus representaciones son menos numerosas que las de otros personajes religiosos: los propios Jesús y María, el rey David, San Sebastián, Adán y Eva, &c.
La insistente defensa de la familia y sus «valores» que hace la Iglesia y esta aproximación tan extraña a la figura del padre [putativo] tienen algo de incómodo e incluso de discordante, algo que ya ha sido notado por pensadores importantes, v. gr.: Jules Michelet, en su ensayo sobre las creencias medievales, critica duramente la forma en que se estructuró la imagen de la Sagrada Familia, relegando a San José y sustituyendo la unidad y el esfuerzo por «el anhelo de una pureza estéril»; lo que, además, convirtió a la imagen de la Virgen María en un ideal de maternidad imposible de alcanzar.
San José siempre me ha parecido un poco víctima de las circunstancias, no dudo que haya sido feliz, que haya amado a la Virgen María y a Jesús y que ver a su pequeña familia crecer y prosperar con tanto esfuerzo y a pesar de tantas penurias le llenase el alma. No dudo que se supiese honrado por la tarea que Dios le encomendó. Pero creo que siempre se supo un poco fuera del cuadro, que a pesar de su esfuerzo y amor sincero siempre se iba a quedar bajo la sombra del padre [verdadero] de Jesús, nada más y nada menos que Dios mismo. Y sin embargo San José aceptó la misión que se le había asignado —porque a diferencia de a la Virgen; a él nadie le preguntó si estaba de acuerdo— y la cumplió de la mejor (y más estoica) manera que pudo.
Como ya dijimos, a través de las fuentes oficiales es más bien poco lo que sabemos sobre este humilde carpintero de Nazaret, suponemos que era un hombre sabio y justo, devoto sin duda, y ciertamente debía ser esforzado y trabajador; de cualquier otra forma no hubiese sido llamado. Siempre lo imaginé en su taller, cargando pesados maderos, esculpiendo con dedicación y arte sobre la madera, viendo de lejos a Jesús crecer. En este sentido, San José se convierte en la encarnación de una cierta tristeza, de cierto silencio lloroso.
Hay quienes ven en la actitud de San José un modelo de virtud y devoción, una forma santa de ser padre y de ser obrero e, incluso, de ser hombre (cf. «La palabra "varón"»). Es sólo parcialmente cierto, porque hay mucho que puede discutirse sobre este tema, porque hay cierto dolor en su abnegación; pero de San José podemos aprender mucho sobre lo que significa la familia [aún si es putativa]: se trata de trabajar duro, de velar por la seguridad de los nuestros y, sobre todo, es acerca de amor.

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