viernes, 19 de noviembre de 2021

La palabra «varón».

Hoy (en el marco del Día Internacional del Hombre 2021) hablaremos sobre otra de mis palabras favoritas: «varón»; un término breve y contundente, de dos sílabas que se extienden como el eco de dos barras de acero que chocan: vaaa–rooon. Se trata de un sonido metálico y difícil de intuir. Es una de esas palabras que hemos escuchado tanto que se supone que sabemos lo que significa aunque nunca hayamos leído su definición formal, como el color azul o el llanto.

La etimología más aceptada para «varón» ubica su origen en la palabra latina varo (o baro)atribuyéndole el significado de «esforzado», aunque también podría significar «rudo» o «grosero». Actualmente, la palabra designa de forma general al macho (biológico) de la especie humana, sobre todo al que ha alcanzado la madurez reproductiva (o en términos más apropiados, la edad adulta).

〈Por supuesto, no discriminamos aquí el esfuerzo y la dedicación que requieren las labores [típicamente] asignadas a las mujeres, nadie dirá que criar a los hijos y mantener una casa son cosas sencillas o poco agotadoras; tampoco las exoneramos del cansancio y la dedicación en ninguna otra área de la vida moderna; pero no es el tema del que nos ocupamos ahora. De igual forma, me refiero aquí a las relaciones heterosexuales porque son las que vivo y conozco, pero no despreciamos ni omitimos a la comunidad gay en ningún sentido; hablamos aquí de varones, sea cual sea su orientación sexual〉.

Así pues, «varón» significa «esforzado», vi⁊.: alguien valiente y, en su sentido más estricto, alguien dispuesto a hacer las cosas y, más aún, en posibilidad de hacerlas. Un varón es hábil y fuerte, posee los conocimientos para cumplir con sus tareas y la capacidad física de realizar grandes esfuerzos, lo que concretamente puede referirse al trabajo en el campo o a labores manuales que consideramos pesadas.

Por otro lado, esta idea se corresponde con el famoso pasaje bíblico en el que Dios castigó la desobediencia y posterior cobardía de Adán —que intentó exonerarse de la culpa por haber comido del fruto prohibido culpando a Eva— condenándolo a ganarse el alimento con el sudor de su frente, a través de sofocantes esfuerzos que no siempre darían el resultado esperado (Génesis 3:16–18).

Y uno no deja de preguntarse: ¿estas implicaciones son válidas cuando la mayoría de la población abandona el campo y las labores manuales se automatizan cada vez más?

Ahora bien, si elaboramos un poco, nos encontramos entonces con que varón significa valiente, pero también significa trabajador; no cualquier trabajador, uno incondicional; por extensión, hablar de varones es hablar de aquellos que están extenuados, que se cansan y se agobian; que llegan a sentirse aplastados por la gigantesca máquina del mundo, indiferente a los dolores humanos, y aún así continúan, como Sísifo cargando la piedra. Hablar de agotamiento significa hablar de silencio y de religiosa aceptación. Nos dijeron que ningún hombre [«de verdad»] se quejaría de los retos y dificultades que enfrenta en el día a día, que no es adecuado contagiar a los otros con nuestras preocupaciones y dolores, que no es civilizado discutir nuestros males. Nos dijeron que sólo la más clara afabilidad y la ira eran aceptables; la tristeza o el cansancio, la frustración y el desencanto eran síntomas de debilidad de carácter.

De esta forma, no sólo se trata de ser trabajador, sino de serlo en silencio y soportando estoicamente las inclemencias de la vida (que el estoicismo de verdad tiene poco que ver con esto).

Vivir cansa, el trabajo y la escuela nos requieren atención y esfuerzo y la modernidad nos exige dormir poco y alimentarnos de comida que mata a las plantas si se la pones de abono. Con los problemas y las preocupaciones guardados en lo profundo del alma como añadidura, es imposible sentirse pleno. Nos prometieron que nuestros esfuerzos y sacrificios tendrían recompensas, que nos llevarían a la paz mental y al futuro mejor del que hablan las epopeyas. Muy tarde nos damos cuenta de que eso no sólo no era así, sino que esos esfuerzos acabaron por perpetuar la batalla. El eterno empeño en demostrar nuestra masculinidad no nos trae la paz, sino que nos obliga a estar siempre alertas y ansiosos, preparados para la guerra. Preparados para representar nuestro papel de seres fuertes y valientes, dispuestos a todo menos a quejarse, a hacer dramas o a pedir ternura. Porque sí, la sociedad nos exige vernos así, nuestros amigos y compañeros de trabajo lo hacen; pero incluso —y esto suele olvidarse— nuestras novias y nuestras madres y hermanas.

En este contexto y con los cambios políticos que vivimos —porque todo en este mundo es política—, convertirse en varón se convierte en una empresa aterradora, difícil de conquistar o que no puede conquistarse nunca por completo. Que parece rebasar nuestras fuerzas y nuestras mejores intenciones, nuestra educación, la televisión y la necesidad de promover mejores formas de vivir nuestras emociones y nuestras relaciones con otros(as). Crecer, hacerse hombre, se convierte entonces un obstáculo imposible de sortear y decantarnos por no enfrentarlo es más sencillo; y las estadísticas parecen apoyarme en este sentido.

Conocer la etimología de una palabra nos ayuda a entender la belleza que subyace en cada lenguaje y enriquece cada interacción humana, pero nos dice muy poco sobre su significado actual —recordemos que el inconsciente colectivo no existe—; comprender su evolución nos ayuda a entender mejor la evolución de las sociedades que inventan y cambian esas palabras, sus ideales, metas, añoranzas y temores. Pero es importante que entendamos que no sólo las palabras cambian en una sociedad, sino que la sociedad en sí misma cambia; nuestros ideales, metas, añoranzas y temores son diferentes hoy a como eran hace cien o hace dos mil años. Nada hay de malo con redefinir el concepto de lo que significa ser varón siempre que se haga en el terreno de lo concreto y no en el campo lingüístico.

Con todo, hay cosas que vale la pena rescatar de esta palabra y su historia, de sus significados milenarios: la importancia del trabajo duro y de dar siempre lo mejor de nosotros. La importancia de ser abiertos y dispuestos a lograr lo imposible, la buena disposición de ánimo y el sueño de construir un mundo mejor para todos.

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