jueves, 23 de septiembre de 2021

Sinfonía de otoño

El otoño es un momento específico en el curso del año. Sus colores se distinguen sin esfuerzo: amarillos, naranjas, rojos, cafés, ocres, verdes intensos, canelas, el púrpura de las moras y el blanco opaco del arroz. El morado. La luz del atardecer se vuelve cálida y anaranjada, como un beso en la frente o el vapor del té blanco caliente acariciando los párpados. Incluso la lluvia de septiembre tiene un tacto distinto a las tormentas eléctricas del verano.

Y así como la primavera huele a flores y aire tibio, el otoño huele a frutos maduros, al trigo recién segado, y el maíz y el arroz en su punto; hojas de vid estrujadas, cáscara de mandarina; a aire seco; y si dejamos volar nuestro olfato, encontraremos en el otoño también el aroma del cabernet sauvignon, del café recién tostado, del humo del tabaco y la vainilla. La leña cuando comienza a quemarse. Pero, además, en nuestro México huele a chocolate e incienso; huele a flor de cempasúchil, que colorea nuestra piel y ofrenda a nuestros muertos.

Y es que, precisamente, la palabra «otoño» —con esa eñe tan nuestra— proviene [quizá] del latín autumnus (como se quedó en inglés, francés e italiano) y hace referencia a la «plenitud del año», por extensión del momento en que las cosechas alcanzan su punto y se recogen; y por extensión también llamamos otoño a la madurez (plenitud) de la vida.

Ahora bien, el otoño es una estación del año pero también es un sonido: el crujir de las hojas secas en el piso. Después del equinoccio las noches comienzan a hacerse más largas y los días más templados (hasta la llegada del solsticio de invierno, el cumpleaños de Baco). El aire corre con prisa, zumbando entre los árboles y los recodos de las casas. Las nubes se pasean bajas y brillantes. Los árboles cambian de piel: sus hojas amarillentas se desprenden de las ramas y recorren los campos empujadas por el viento mistral —como imaginó Gustavo Adolfo Bécquer—.   Cualquiera que se pasee por un parque o por la orilla del campo descubre que las hojas marchitas llueven. Caen en el cabello y sobre los hombros; llegan al piso y crujen con cada paso que damos. Pocas cosas pueden aportar la paz que brinda la caminata otoñal, porque con su color y su aroma, con sus tardes cortas y noches de abrazos largos, brindan el sosiego no sólo del año que se acaba, sino de la esperanza del que comienza. Por ello, en palabras de Virginia Woolf:

«Que llenas estén de árboles y de hojas secas todas las vidas que vivamos; todas las vidas que haya».

Dicho todo lo dicho, es un buen momento para salir a ver el cambio de estación y disfrutar el crepitar de las hojas, disfrutar la sinfonía del otoño.

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VIRGINIA WOOLF. (2019 [1927]). Al faro. 3.ª ed. España: Plutón Ediciones.

2 comentarios:

  1. Feliz inicio de otoño mi buen Diego, saludos y abrazos <3

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    1. Muchas gracias, Gabi, saludos y feliz otoño para ti también

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