El otoño es un momento específico en el curso del año. Sus colores se distinguen sin esfuerzo: amarillos, naranjas, rojos, cafés, ocres, verdes intensos, canelas, el púrpura de las moras y el blanco opaco del arroz. El morado. La luz del atardecer se vuelve cálida y anaranjada, como un beso en la frente o el vapor del té blanco caliente acariciando los párpados. Incluso la lluvia de septiembre tiene un tacto distinto a las tormentas eléctricas del verano.
Ahora bien, el otoño es una estación del año pero también es un sonido: el crujir de las hojas secas en el piso. Después del equinoccio las noches comienzan a hacerse más largas y los días más templados (hasta la llegada del solsticio de invierno, el cumpleaños de Baco). El aire corre con prisa, zumbando entre los árboles y los recodos de las casas. Las nubes se pasean bajas y brillantes. Los árboles cambian de piel: sus hojas amarillentas se desprenden de las ramas y recorren los campos empujadas por el viento mistral —como imaginó Gustavo Adolfo Bécquer—. Cualquiera que se pasee por un parque o por la orilla del campo descubre que las hojas marchitas llueven. Caen en el cabello y sobre los hombros; llegan al piso y crujen con cada paso que damos. Pocas cosas pueden aportar la paz que brinda la caminata otoñal, porque con su color y su aroma, con sus tardes cortas y noches de abrazos largos, brindan el sosiego no sólo del año que se acaba, sino de la esperanza del que comienza. Por ello, en palabras de Virginia Woolf:
«Que llenas estén de árboles y de hojas secas todas las vidas que vivamos; todas las vidas que haya».
Dicho todo lo dicho, es un buen momento para salir a ver el cambio de estación y disfrutar el crepitar de las hojas, disfrutar la sinfonía del otoño.
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VIRGINIA WOOLF. (2019 [1927]). Al faro. 3.ª ed. España: Plutón Ediciones.


Feliz inicio de otoño mi buen Diego, saludos y abrazos <3
ResponderEliminarMuchas gracias, Gabi, saludos y feliz otoño para ti también
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