Pero comencemos por el principio, la palabra 'astro' es griega y significa 'estrella', las estrellas, claro está, son los puntos oscilantes que avanzan lentamente en el cielo nocturno —por contraposición a los planetas, de mayor brillo y desplazamientos erráticos—. Las trayectorias de los astros son indicadores confiables de ciertos ciclos: el cambio de las estaciones, el inicio de las cosechas, la llegada de las aves que emigran buscando climas mejores. Para los antiguos resultaría lógico pensar que si las estrellas indican el curso de ciertos ciclos naturales, entonces también podían indicar ciertos eventos humanos. (Ya se había establecido cierta correlación entre el ciclo menstrual y el año lunar).
Así pues, ciertas estrellas en cierta posición específica serían propicias para la guerra, indicarían la mejor época para viajar por mar, para cruzar el desierto, para hacer el amor. Un hombre nacido bajo el signo de Marte —dios de la guerra para los romanos— estaría destinado a convertirse en un poderoso guerrero, a alcanzar la gloria, a morir en una gran batalla. Bajo la luz del sol, los egipcios se sabían protegidos por todo el poder de Ra; la constelación de Piscis se asociaría con ciertos pueblos de la Anatolia, ciertas épocas de sequía, la totalidad y la completud.
Entre los babilonios y los griegos surgió el concepto del zodiaco: la rueda de doce constelaciones de animales que gira por encima del horizonte en el oriente, cuya función original era simplemente indicar el paso del tiempo. Pero fueron los mismos babilonios quienes llegaron a la conclusión de que se podía saber mucho sobre el carácter y el futuro de una persona al prestar atención en la posición de los astros al momento de su nacimiento, y esta noción se ha perfeccionado a lo largo de varios milenios, haciéndose más complejo, formando juicios analíticos pero no autocrítica.
Ahora bien, como todos sabemos, el sufijo '–logía' proviene del griego y significa 'estudio' o 'tratado' y es la razón por la que existen términos como «sociología», «antropología», «biología», «farmacología», entre otras; y se asocia al proceso de análisis sistemático de los propios principios, a la apertura a la discusión y al proceso de falsación, criterios necesarios para la conformación de cualquier ciencia. (Por no cumplir con estos requisitos es que el marxismo y el psicoanálisis no son ciencias).
La astrología, por sus características, no es una ciencia —tampoco es un lenguaje: sus mensajes son crípticos y fallan al comunicar, al crear categorías, al estructurar una semántica válida para describir el mundo—, no procede de forma sistemática ni acepta que sus postulados sean puestos en duda o modificados; esto la convierte en una '–mancia', vi⁊.: una forma de adivinación.
Aún así, conviene aclarar que esto en sí mismo no es algo malo: la adivinación es una forma de aproximarnos al mundo, de hacerle frente a los retos de la cotidianeidad, de cavilar sobre nuestro lugar en el universo. Es una herramienta. Como la ciencia, la religión o el lenguaje, como el arte o la meditación. (Sin embargo, su eficacia y su utilidad pueden —y deben— discutirse; y es aquí donde la adivinación tiene fallas que las otras herramientas no tienen).
Y, por supuesto, existen muchas formas de adivinación heredadas de la más arcaica antigüedad: a través de las cartas, como la baraja española o el Tarot (cartomancia); la interpretación de los sueños (oniromancia), las líneas de la mano (quiromancia), la invocación a los muertos (necromancia), la lectura del fuego (piromancia), la búsqueda de pasajes en libros (bibliomancia). Todas estas prácticas tienen en común la búsqueda de agorar el futuro, de presagiar las glorias y los peligros a los que se expone una persona, los más distintivos rasgos de su carácter o sus más desastrosas debilidades.Esto es: si la astrología es una forma de adivinación, que se orienta a leer e interpretar signos en los astros, por simple necesidad de exactitud, por rigor lingüístico, por respeto a los conceptos y a quienes los ocupan, lo más adecuado sería, pues, cambiar el nombre 'astrología' por 'astromancia'.


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