Hoy discutiremos sobre un concepto con mucha trascendencia histórica y larga carrera causando problemas: «patria». Si bien se sugiere que la palabra en sí hizo su entrada en el español desde el latín en el siglo XV, la noción ha estado con nosotros desde mucho antes, existía durante el Imperio romano y también los antiguos egipcios tenían su orgullo nacional, lo mismo que los griegos y los babilonios. Y no sería exagerado afirmar que también los gitanos (célebres caminantes a lo largo y ancho del mundo) tienen su propia nación y lealtad.
Antes de extendernos en torno a la palabra en sí, creo importante mencionar desde ya que no debe olvidarse que con los pretextos de la patria y la nación —como con el nombre de Dios— y empeñados en "defender" la tierra, se han cometido terribles y dolorosos crímenes: pueblos quemados hasta los cimientos, bosques devastados, genocidio, corrupción, saqueo, colonialismo y despojo. Se trata, claro está, de pecados que atentan contra la esencia misma de la humanidad y deben ser condenados por todos. Pero ya hemos dicho en otra parte, que son también temas a los que debemos sobreponernos con miras hacia mejorar el futuro (cf. «A propósito del quingentésimo aniversario de la caída de Tenochtitlán»), no porque deban olvidarse, sino porque la retribución sólo puede estar en el porvenir y no lamiendo las heridas pretéritas.
Mucho se ha discutido sobre las implicaciones que tiene la palabra «patria» en el mundo moderno. Se ha atacado sobre todo el papel fundamental que juega la figura paterna en el concepto: y es que sí, «patria» procede de pater, palabra latina para «padre» y la expresión terra patria hace referencia a la «tierra del padre» y que con el tiempo se simplificó y se convirtió en lo que hoy entendemos como la patria.
Ahora bien, pater se encuentra vinculado etimológicamente y por su uso con una palabra latina anterior: patres (o patris), vi⁊.: los antepasados, la línea de ascendencia de una persona. A patres pertenecen, además de patria y sus derivados —expatriar, repatriar, compatriota—, palabras como «patrón», «patrocinio», «patrimonio», «perpetrar», &c. Sin embargo, las palabras «patriarca» y «patriarcado» no están vinculadas con éstas, ya que su origen es griego y tienen otras aplicaciones.
Dicho esto, es importante entender que el concepto de patria no hace referencia al pater familias de la Roma antigua (un concepto fascinante del que no nos ocuparemos en este blog), sino a la ascendencia de una persona, a todos los eslabones que componen el entramado de sus antepasados. Su padre y su madre, sí; pero también sus abuelos y bisabuelos [...]. Algunas personas podrán rastrear su ascendencia durante siglos, incluso durante milenios. Y en ese sentido, el tributo a la patria es el tributo a los antepasados y, por extensión, a la tierra que habitaron.
Aunque a veces es fácil olvidarlo, de la tierra —de la madre tierra— procede todo lo que nos permite vivir: el aire que respiramos, los vegetales que comemos, los ladrillos de nuestras casas. Es el culto a la tierra que nos permite habitarla, que nos exige trabajo y sacrificio, que requiere nuestro cuidado y devoción, que exige nuestro respeto. A la tierra que alimentó a nuestros antepasados, que les dio un hogar. Y esta es, creemos, la génesis de la noción de «patria» y es tan antigua como la humanidad misma.
Pero esta es sólo la vieja versión del concepto, propia del origen de las naciones occidentales (el arraigo a nuestras tierras juega un papel importante en la historia reciente de nuestro lado del mundo); sin embargo, a nuestra consideración esta idea es incompleta, porque la patria no es el Estado ni sus Instituciones, la patria no es la religión y sus rituales, la patria no está en la historia ni en el dinero —mucho menos está en el cine—, no se resume en sus monumentos y próceres; todas estas son sus consecuencias, no su origen. La patria se sustenta en la naturaleza, en la tierra que habitamos y trabajamos, pero no es ese su final, porque la tierra no nos pertenece, sino que nosotros pertenecemos a la tierra;Y es que, en palabras de Rabindranath Tagore: «los hombres [y mujeres] que la tierra nutre son la patria». Porque ésta se construye todos los días y con todos los actos edificantes que llevamos a cabo: está en la educación y en la convivencia; en el respeto y el trabajo honrado. Porque su gran promesa es la paz. Y a esa meta sólo podemos llegar todos juntos. Aún estamos muy lejos, eso es cierto; el camino ha sido largo y trabajoso, también eso es cierto; pero que podamos construir colectivamente esa tierra prometida en la que se puede vivir con dignidad es posible y, más aún, vale la pena el esfuerzo.
Se dirá que todo esto se escucha lindo en teoría pero que no es sino idealismo atomista, sobre todo en un país tan agotado y lastimado como nuestro México (que conmemora el 212.º aniversario del inicio de su Independencia); tal vez eso sea verdad, pero el espíritu de toda patria son sus ideales, por muy lejanos que nos parezcan. Viva México.


Citando a Tagore, jajaja, vaya, vaya.
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