domingo, 18 de septiembre de 2022

Los pájaros que anuncian el alba.

Muchas personas ven agudizados sus sentidos durante la noche, sobre todo el oído, que se exalta ante los sonidos que no identifica de inmediato. Algo se ha caído en la cocina, o tal vez en la calle o en la casa del vecino o un ladrón intenta forzar la puerta. A veces nos despierta el eco lejano de un ladrido o la fiesta en la casa de los vecinos.

Todos hemos escuchado el canto de los pájaros anunciando que pronto llegará el amanecer. Durante la noche y somnolientos apenas sabemos donde estamos, y las aves presumen de conocer la hora. No sería exagerado afirmar que todos hemos escuchado este anuncio prematuro del nuevo día; y la gran mayoría lo encontraría molesto.

A medida que el alba se acerca el color del cielo se transforma, su oscuridad se hace azulada, metálica; poco a poco va ganando brillo —como el que siempre tiene la nieve— y el aire desciende, enfriándose, condensándose en la humedad del rocío. De a poco sabemos que se aproxima el amanecer, que el alba ya se corona con sus rayos amarillos sobre el cielo clareado.

Las emisoras de radio y de televisión comienzan a emitir el noticiero de las mañanas, el rumor de los autos entre las calles de la ciudad aumenta (porque nunca se detiene).

Pero de todos los presagios del amanecer, ninguno tan curioso como el canto de los pájaros: en la madrugada, cuando el cielo es todavía oscuro, se puede escuchar el cantar de las aves que comienzan su jornada, que se levantan de sus nidos y revolotean entre las copas de los árboles. Emprenden el vuelo por cientos, por miles, y se pasean cercanos a la tierra, gritando a todo pulmón.

Su certeza de que el amanecer se acerca es, a todas luces, superior a la nuestra. Uno se queda sentado junto a la ventana en la madrugada y los escucha cantar mientras se pasean y siente el frío de la noche y las nubes que pasan sobre nosotros. Hay cierta algarabía en su canto, similar al regodeo de la victoria: celebran su triunfo sobre el frío y la humedad, sobre la lluvia y los depredadores. Celebran su triunfo sobre la noche, que es sin duda mucho más hostil para ellos que para nosotros.   Cantan y uno los escucha gritar, como a Lord Dunsany: «¡mirad, la noche a muerto!».

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