sábado, 23 de julio de 2022

Respiración profunda.

La mayor parte del tiempo no somos conscientes de nuestra respiración. —En este momento, usted sí que lo es, porque de ello estamos hablando—. El aire entra y sale de nuestro cuerpo, invadiendo nuestros pulmones, viajando por el torrente sanguíneo, acariciando el corazón. Es obvia la diferencia entre inhalar el aire fresco de las montañas y el aire cálido de la costa, el aire de una urbe llena de fábricas y el de la campiña con apenas casas pero mucho estiércol. Por supuesto que no es igual el viento que corre bajo un árbol que el que sale del escape de un auto como son diferentes la niebla y el humo de una hoguera.

Una persona adulta hace entre ocho y dieciséis respiraciones por minuto, un recién nacido llegará hasta las 44. Jalamos aire entre risas y entre las conversaciones, al hablar y al escuchar; respiramos mientras comemos y antes y después de beber agua. Exhalamos en la ducha y en el salón de clases, en la oficina y en el transporte público; respiramos de pie y sentados, acostados y parados de cabeza; inhalamos al correr, al llorar, al hacer el amor y mientras dormimos; aunque ciertamente no al nadar. Es lo primero que hacemos al nacer y lo último que hacemos en la vida.

Tener conciencia plena de la respiración es poco práctico, si pensáramos siempre en respirar no podríamos ocuparnos de otras cosas. Inténtese calcular mentalmente el producto de 126 por 19 mientras se contiene el aliento.

Sin embargo, dar por sentados los actos simples de inhalar y exhalar tampoco es conveniente:

Nos acostumbramos a jalar aire de forma rápida y superficial, dejando que entre apenas el oxígeno necesario para no asfixiarnos. Y es que la agitación en la que trascurre nuestra vida no nos deja tiempo ni siquiera para esto: se hace tarde para recoger a los niños en la escuela y para enviar por correo electrónico el informe de ventas, al estar apurados o exaltados este proceso se acelera y se hace menos profundo. Ni hablar de respirar prolijamente dentro de un camión o en una calle atiborrada de smog y de gente. Además, mucho se ha discutido sobre las consecuencias en la salud que tiene este asunto.

Por todo lo anterior, desde este humilde espacio, pugnamos por la importancia de la respiración profunda: por la posibilidad de que todos tengamos un momento del día, sea cual sea, en el que podamos quedarnos quietos un instante y distender los músculos del pecho y relajar los brazos y permitirnos disfrutar el hecho simple y llano de respirar. De inhalar y exhalar con calma, llenando los pulmones y el estómago, obligándonos a ocuparnos de nosotros mismos. En la vida de todos debe haber un momento para la calma, de la misma manera en que habrá momentos para el llanto, la ira y la lucha.

Hablamos, por supuesto, de sentir el aire fluir por entre las fosas nasales y descender por la garganta, llenando los pulmones, inflando el pecho, haciendo funcionar el diafragma, estimulando el trabajo de los intestinos. Y es acaso por la forma tan mecánica en que lo hacemos que la respiración es un punto clave en prácticas como las artes marciales y la meditación (e incluso en la forma occidental de rezar). Aún si dejamos que nuestra mente descanse y que nuestro cuerpo se reponga del agotamiento o las heridas, no podemos dejar de respirar.

〈Se dirá, por supuesto, que es absurdo y paliativo buscar goce en algo tan pequeño y común; pero esto es porque sólo quienes mueren ahogados saben cuánto vale una bocanada de aire〉.

La respiración se encuentra a cargo del así llamado sistema nervioso autónomo, director de las acciones involuntarias, como el trabajo de los intestinos, los latidos del corazón y, sí, la respiración. Ahora bien, como todos sabemos, el oxígeno que inhalamos es transportado por la sangre a través del cuerpo, y esta misma sangre recoge de nuestro interior el dióxido de carbono que no necesitamos, el cual viaja de regreso a los pulmones y por fin es expulsado en una exhalación.

En un proceso tan complejo e intrincado que ni siquiera los biólogos y fisiólogos más calificados pueden explicarlo de forma simple (mucho menos yo, que no soy uno de ellos). Un proceso que involucra a todos los sistemas que componen un cuerpo humano, a cada órgano e incluso a cada glóbulo rojo. Y sin embargo, un proceso mecánico y corto, nos toma apenas unos segundos respirar,   es un proceso que no requiere de toda nuestra atención y que, sin embargo, contiene en sí mismo toda la voluntad de vivir.

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