viernes, 14 de enero de 2022

Plantas dentro de la casa


Dentro de los muros de un hogar suceden muchas cosas: la rutina incesante, las discusiones y las cenas con la algarabía de la familia. Dentro de los muros de un casa vamos reuniendo las cosas que necesitamos para sentirnos cómodos y en calma: camas, sofás y estufas; los platos que nos gustaron en la tienda de muebles y el cuadro con la fotografía de toda la familia.

En días largos y calurosos —o muy cortos y fríos— llegar a casa es reconfortante. Ahí están nuestros libros y computadoras, el control remoto de la tele está donde siempre lo dejamos y el sillón de la sala que se ajusta sospechosamente bien a la forma de nuestra espalda.

Por eso no es extraño que tengamos plantas dentro de casa: sobre la mesita de centro y al lado de la ventana, en el borde del balcón, encima del refrigerador o el librero, en la cocina cerca del fregadero; colgando de un clavo junto al dintel de la puerta. (Y por salud mental) a lado de la computadora en el estudio o la sala. En cualquier lugar donde podamos procurarles un poco de sol. Las ponemos macetas caras o hechas de plástico reciclado y caucho de llanta. Pero son más que decoración, las plantas, con su calma vegetal y el verde de los campos y los sauces, tienen cierto encanto; su [aparente] inmovilidad y su paciencia nos obligan a respirar profundo y divagar.

Nos alegramos de sus colores y de sus formas irregulares, de sus raíces enmarañadas y sus hojas y ramas que no se preocupan de la geometría o de verse bien, de combinar con la ebanistería de los muebles o el color de las paredes. Entre el concreto y el cristal siguen creciendo, a veces incluso a pesar de éstos.

Cada tanto, somos testigos de cómo su vida se expande. Sus ramas se estiran, las hojas crecen e incluso las flores se abren. Y nos resulta maravilloso como los cambios operan en el mundo vegetal, casi sin que nos demos cuenta. A veces sus hojas se secan y se caen dejando espacio para las nuevas que nacerán. Al verlas, asistimos al espectáculo de como todas las cosas se renuevan: con la sucesión de los días y las noches (son célebres las flores que se cierran cuando sale la luna), con el mes lunar y con las estaciones del año: algunas plantas florecen en primavera, después de un desesperante letargo, otras esperan hasta el otoño para abrirse al mundo —una maravillosa ventaja de vivir en una región más o menos tropical, muchos árboles no se secan a finales del año   y siempre hay flores—.

Mientras nosotros corremos, subimos y bajamos y entramos y salimos de casa, ellas se quedan ahí, recibiendo en silencio los rayos del sol o alimentándose del agua que les damos y del aire de nuestras habitaciones. Inhalando y exhalando. Limpiando el aire que se cuela por debajo de las puertas.

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